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La 10ª Cumbre de las Américas, que debía celebrarse en diciembre de 2025 en Punta Cana, fue aplazada para 2026, una decisión que refleja las tensiones diplomáticas y los desacuerdos políticos que atraviesan el continente.
Cumbre de las Américas 2025: Divergencias profundas y exclusiones polémicas
El Ministerio de Relaciones Exteriores de República Dominicana, país anfitrión, anunció el aplazamiento tras semanas de negociaciones con la Organización de Estados Americanos (OEA) y Estados Unidos, principal impulsor del evento.
Las causas principales del aplazamiento fueron “profundas divergencias regionales”, el impacto de recientes desastres climáticos en el Caribe, y fricciones político-militares en torno a la presencia estadounidense en la zona.
La decisión también se vio influida por las críticas a la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, tres países no invitados por Washington debido a cuestionamientos sobre derechos humanos y falta de democracia.
Esa medida generó reacciones inmediatas:
México anunció que su presidenta no asistiría si los tres países quedaban fuera.
Colombia expresó su desacuerdo con la exclusión y advirtió que la cumbre perdería legitimidad.
Estados Unidos respalda el aplazamiento y busca un “nuevo clima político”
Desde Washington, el Departamento de Estado respaldó la decisión de posponer el encuentro, afirmando que busca “un evento más productivo y representativo” en 2026.
Funcionarios estadounidenses sostienen que el aplazamiento permitirá esperar los resultados electorales en Chile y Colombia (previstos para 2026), con el fin de contar con nuevos gobiernos estables y dispuestos al diálogo hemisférico.
Según analistas, la estrategia también busca evitar una cumbre vacía o boicoteada, lo que habría representado un revés diplomático para EE. UU. en su intento por reposicionar su liderazgo en la región.
Una pausa estratégica para una región dividida
El aplazamiento muestra la división política regional entre gobiernos progresistas y conservadores por migración, sanciones y relaciones con China.
Aun así, varios expertos coinciden en que aplazar la cumbre fue una decisión prudente.
Permite que los próximos gobiernos de Chile y Colombia lleguen a la mesa con agendas renovadas y que los países del Caribe, afectados por crisis climáticas, puedan centrarse primero en su reconstrucción.
El desafío para 2026 será lograr una Cumbre más inclusiva, menos polarizada y capaz de traducir el diálogo en acciones concretas sobre desarrollo sostenible, comercio y gobernabilidad democrática.
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Fuentes: