Foto de Cecilie Bomstad en Unsplash
Un creciente debate ha captado atención dentro de comunidades LGBT en redes sociales, conferencias académicas y medios especializados: ¿Debería “LGB” separarse formalmente de “TQ+”? Defensores intentan redefinir alianzas históricas bajo nuevas distinciones, mientras críticos advierten riesgos de fragmentación y exclusión.
Para quienes apoyan la separación, la diferencia fundamental radica en el objeto del derecho. Argumentan que los derechos que buscan lesbianas, gays y bisexuales —como reconocimiento de parejas, no discriminación en orientación sexual— no coinciden necesariamente con los desafíos específicos que enfrentan personas trans, no binarias o queer en materia de identidad, salud y reconocimiento legal. En este enfoque, “LGB” respondería a la esfera de la sexualidad, y “TQ+” a la identidad de género y expresión.
Es así como un grupo LGB Internacional ha expresado la separación de los colectivos no binarios y trans, ya que podrían ponerse sobre la mesa algunos logros alcanzados con el trasegar del tiempo por la comunidad homosexual y también poner en discusión la ideología de género.
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Sin embargo, esta propuesta no ha sido bien recibida por todos. Varios activistas y académicos alertan sobre el peligro de debilitar la unidad política frente a discursos conservadores y amenazas legislativas. Además, subdividir los colectivos podría invisibilizar a quienes se encuentran en la intersección de ambos (por ejemplo, personas bisexuales trans). También surge la preocupación del borrado queer: que al enfatizar “solo LGB” se margine la pluralidad y se pierda visibilidad de identidades menos dominantes.
Algunos referentes han propuesto un camino intermedio: mantener un paraguas inclusivo (“LGBTQ+”), pero con estructuras internas más segmentadas que fortalezcan la voz específica de cada grupo. Así, cada colectivo tendría espacio para sus demandas sin perder fuerza colectiva. Este modelo está alineado con cierta comprensión moderna de identidades fluidas, donde etiquetas rígidas ya no capturan la complejidad de muchas vidas.
Por ahora, el debate sigue abierto. Lo que parece claro es que la comunidad queer no es monolítica: es plural, diversa y en constante reinterpretación. Cómo se estructure políticamente será, en gran medida, una decisión colectiva que implicará tensiones, pactos y redefiniciones continuas.
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